La voz transparente
y el latido seco.
La mirada perdida
y los sueños rotos.
El alma desvanecida
pero la memoria intacta.
Como una estatua de sal
su figura son cristales
que los atraviesa la luz
pero también los llenan la oscuridad.
Mil caricias no podrían jamás
despertarte de tu letargo
de ese extraño invierno
del que cada día renaces.
Tan solo una lagrima cada tanto
rompe la quietud de tu rostro
se arrastra por el suelo
hasta llegar a salar
el agua de los mares.