En aquel
entonces la libertad tenia el mismo sabor que paladeaba cuando el viento me
hacia ondular el pelo a orillas del mar, el cielo era tan azul que jamás he
vuelto a ver un cielo así.
Yo
intentaba al igual que ahora no perderme entre palabras, amaba lo espontáneo,
admiraba lo efímero y eso era lo que mas me obsesionaba. Tenia plena conciencia
de que cada segundo, cada minuto, cada instante que archivaba en mi memoria
nunca regresaría.
Desde aquel
momento le tengo mucho respeto a la palabra nunca así como también le temo a la
palabra siempre y evito a todo costo hacer promesas. Una noche entrando en el
bar de siempre vi sentada sola a un lado de la ventana a una hermosa joven, me
llamo la atención su pelo teñido de mechones de distintos colores.
Me senté en
la barra y no podía evitar mirarla, era un día entre semana y no había nadie
mas en el bar. Disimular nunca fue una virtud que tuviese así que al poco rato decidí
abordarla y sucedió, en cuestión de minutos hablábamos como si nos conociéramos
de toda la vida. Sus labios eran quizás la perdición de cualquier hombre, a mi
siempre (y he dicho siempre) me atrajeron los abismos y este era por demás
atractivo.
Yo apenas
era mayor de edad y ella ni siquiera debería estar en un bar. Resulto que viajábamos
siempre en el mismo ómnibus para ir a estudiar, yo ni por asomo me había
percatado de esto. Su nombre era…bueno su nombre era. Y a orillas del mar
hicimos el amor por primera vez, nos entendíamos solo con mirarnos, nos sentíamos
tan solo con una caricia.
Aquello duró
unos seis meses hasta que ella se fue a vivir a otra ciudad y a los pocos meses
también hice lo mismo. Nos prometimos volver a encontrarnos algún día en aquel
lugar. El tiempo paso, los años pasaron, inviernos que dejaron huellas muy
ondas, primaveras que trajeron otros besos y otras despedidas y otras heridas
en cierta forma parecidas a ella.
Cuatro años
después logre volver a aquel cielo azul, toda mi idea era encontrarla. Pase días
y semanas hasta que se transformaron en meses yendo siempre al mismo lugar a
esperarla. A veces a lo lejos lograba divisar una figura que se acercaba pero
al acortarse la distancia el resultado era decepcionante.
Con el
tiempo me di por vencido y olvide aquella promesa. Habían pasado demasiadas
estaciones y estaba realmente ocupado en quehaceres y obligaciones. Me
levantaba temprano por la mañana y tomaba aquel mismo ómnibus que solíamos
tomar, jamás la busque entre los rostros de los viajantes.
Un día,
caminando por la calle Rincón me sentí atraído hacia alguien que se acercaba
caminando en sentido contrario directamente hacia mi. Por un momento lo dude,
pero esos labios…era ella, hermosa, resplandeciente como siempre. Ataviada con
ropa formal (quien lo diría) su cabello en color natural castaño claro caminaba
apurada hablando por celular y me miró.
Por un
instante me miró como dudando si sus ojos le decían lo que su corazón no podía
negar. Se acercaba y yo parecía estar pisando en el aire, fue entonces cuando
me observe, tan igual a como ella me había conocido, conservaba el pelo largo,
vistiendo de negro con actitud de rebelde y sin nada que perder. Y me di
cuenta, ella ya no era la misma, había sido consecuente con el pasar del tiempo
y la vida mientras yo tan solo me obsesionaba con vivir un instante que ya había
muerto y paso, paso a mi lado.
Puse la
mirada perdida en el horizonte y sentí como su mirada me recorría reconociéndome
y yo tan solo sentí que la desconocía; como a todas las cosas que el tiempo se
lleva.
No se puede
detener toda la vida en un instante, no se puede jugar con el tiempo a favor, tardé
demasiado en entenderlo. Jamás la volví a ver.