sábado, 11 de junio de 2011

Santo de cabecera.


Pudo parecerse al paraíso pero le enseñaron
el modo de encontrar lo contrario.
Cuando crezca quiere romperte el corazón
y triturarte los huesos de un modo amable.
Es que siendo niña carga una gran mochila
llena de libros que alguien le leyó una vez
antes de examinar su dentadura.
Ella dijo que soy su santo de cabecera
y que un día quiere poner clavos en mis ojos
y atarme con cortantes hilos de metal a su rosal
con forma de relicario.
Sabe que un día atrapara mis suspiros
entre sus delicadas piernas de porcelana
y que se trabaran sus rodillas para no dejarme ir.
Tomo sus pequeñitas manos entre las mías
y siento el dolor que me causaran
partiéndome los tobillos y los codos.
Pero ese infierno apenas le parece un juego tonto
que solo podrá jugar conmigo, lo desea
arrancarme uno a uno los dientes
para luego cocerme una sonrisa.
Ella insiste en que soy su santo de cabecera
yo solo puse una pesada mochila en sus hombros
y ese peso le corta la carne pero lo comprende bien
allí lleva guardados los clavos que deberá usar
y los hilos de metal y algunas flores de plástico.
Ella me ama
quizás me ame
tanto como para ser su santo de cabecera.
Yo la amo
quizás la amo
tanto como para ser su santo de cabecera.
Solo espera crecer.


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